08 Jul 2020
9 min

Cómo los vehículos eléctricos pueden impulsar la apuesta en energías renovables y ayudar a la descarbonización de la economía

La movilidad eléctrica ha evidenciado un rápido crecimiento en el mundo, tendencia que se espera que aumente en los próximos cinco a diez años, debido a la progresiva reducción del coste de las baterías y a la voluntad de toda la sociedad en este sentido.

La Agencia Internacional de Energía estima que existan más de 56 millones de vehículos eléctricos en el año 2030 en el mundo. Un número que se alinea con el objetivo que se estableció en París, en la Conferencia de las Partes (COP 21), en diciembre de 2015: mantener el aumento de la temperatura global por debajo de los 2 ºC en comparación con los niveles preindustriales. 

La generalización del uso de vehículos eléctricos podrá contribuir, por una parte, a la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero y, por otra, a un mejor uso de la electricidad que se produce a partir de las energías renovables en todas las actividades de nuestro día a día.


El sector transporte, entre los más contaminantes

En Europa, el sector transporte ha sido el único, entre los principales sectores de actividad, que ha registrado un aumento en las emisiones de CO2 desde el año 1990. El sector transporte en general representa hoy el 25 % de las emisiones totales de estos gases en Europa, donde el transporte por carretera es el más contaminante, con el 19 % del total de las emisiones.

El aumento de los traslados en coche, dentro y fuera de los centros urbanos, contribuye en gran medida con estos valores. De hecho, el transporte público todavía no se considera suficientemente cómodo ni fiable como para abandonar por completo el uso del automóvil, incluso en las ciudades más desarrolladas del mundo. En Lisboa, el tiempo medio de traslado en los períodos de mayor tráfico aumenta un 61 % en comparación con los períodos normales de tráfico, un valor por encima de la media europea, que solo lo superan las ciudades de Londres, París y Roma. 

Con el fin de alcanzar los objetivos del Acuerdo de París debe haber un trabajo en conjunto de los ciudadanos, los gobiernos y las empresas hacia una descarbonización. Y ha quedado claro que ese camino se hace junto con el de la electrificación. En todos los sectores (incluido el transporte), cuanto mayores sean los recursos que se destinen a la energía eléctrica, mayor será la posibilidad de recurrir a las energías renovables y dejar los combustibles fósiles a un lado.
 

 

¿Va a cambiar de coche? Apueste por uno eléctrico.

Los países se movilizan hacia la descarbonización en todo el mundo. Se espera que haya una reducción del 80 % de las emisiones de gases de efecto invernadero para el año 2050, promovida por la ampliación de la producción de energía a partir de fuentes renovables.

Y los vehículos diésel parecen estar entre los primeros blancos a abatir en esta lucha por el planeta. Ciudades como Madrid o París han anunciado que a partir del año 2025 impedirán la entrada de vehículos diésel a los centros urbanos, y la venta de nuevos vehículos con motores de combustión quedará incluso prohibida en el año 2040. Por otro lado, Londres ya prevé una tarifa de 10 libras diarias para aquellos que deseen llevar sus vehículos que no sean (al menos) híbridos hasta el centro de la ciudad.

Estas cifras pueden ser espeluznantes para aquellos que acaban de comprar un coche diésel, por pensar que aún no «compensa», a nivel de ahorro inmediato, comprar un coche eléctrico. En unos cinco años, podemos estar ante un escenario en el que no se nos permita ir en vehículos diésel a la ciudad sin someterlos a una adaptación en el motor.

De hecho, se estima que el punto de inflexión entre los niveles de ahorro de un vehículo a gasolina y un vehículo eléctrico ocurra alrededor del año 2022. A partir de entonces, será oficialmente más económico utilizar los coches eléctricos. Se prevé que para el año 2035 las ventas de coches eléctricos superen, por primera vez, las de vehículos de combustible.
 

 

electric charging car park

Transporte público eléctrico y automático

La descarbonización total de la red de transporte en una ciudad implica la colaboración de varios sectores, como cámaras municipales o proveedores de energía. Las ciudades de Boston y París son ejemplos de cómo los gobiernos pueden crear alianzas con empresas para una movilidad más limpia e inclusiva para todos los ciudadanos. 

En conjunto con el Foro Económico Mundial, el Gobierno de Boston implementa una red de vehículos totalmente autónomos y eléctricos, que complemente el resto del sistema de movilidad en la ciudad.

Por su parte, París desarrolló un ecosistema de movilidad, Mobility Nation, que se elaboró por entidades públicas y privadas, con el fin de fomentar la innovación en este ámbito.

Un uso óptimo de las energías renovables

Una de las ventajas menos conocidas de la apuesta en movilidad eléctrica es el hecho de que puede contribuir a un mejor uso de las energías renovables. A veces, la energía producida a partir de estas fuentes, especialmente la que proviene del sol y del viento, no se puede utilizar en su totalidad por no haber un consumo suficiente. Como tal, la red queda «saturada» de energía, lo que obliga a limitar la producción, precisamente lo que queremos evitar, ya que se busca un uso óptimo y máximo de fuentes de energía limpia.

La generalización del uso de vehículos eléctricos puede resolver esta limitación: ya sea a nivel local, al utilizar soluciones inteligentes para acelerar el consumo de los cargadores de vehículos eléctricos, en momentos de mucho sol, o ya sea a nivel global del sistema, ya que muchas veces los vehículos eléctricos se cargan durante la noche, es decir, cuando hay menos consumo y más energía eólica, lo que evita el desperdicio de recursos renovables.

Naturalmente, los hábitos de carga de los automóviles tendrán impacto y traerán nuevos retos en la manera que la red eléctrica se organiza, ya que producirán picos de demanda mayores de los que hemos observado hasta el día de hoy, especialmente al final del día. 
 

Leyenda:
El 90 % de los vehículos eléctricos se cargan en el hogar o lugar de trabajo en Portugal. El otro 10 % se carga en lugares públicos como centros comerciales, zonas de aparcamiento o estaciones de carga rápida.

Impactos en la red eléctrica

La red de baja tensión en las zonas urbanas es la que tiene mayor probabilidad de ser afectada por estos cambios en los hábitos de consumo. Actualmente, una zona residencial urbana promedio, con cerca de 250 viviendas, se abastece por una subestación de 250 kVA, con un pico de consumo de 180 kVA entre las 18:00 y las 23:00 h. 

Si se unen a estos hábitos de consumo la carga de 60 vehículos eléctricos durante la noche, se producirá un pico de consumo dos veces mayor, con cerca de 360 kVA, que serán exigidos a la red en el mismo período. En la práctica, esto implicaría la necesidad de cuadruplicar la potencia instalada en la subestación para garantizar un suministro eléctrico sin fallas.

¿Cómo podremos entonces eludir esta necesidad, sin que implique un mayor coste y recursos que las energías no renovables? La respuesta pasa por implementar soluciones de Smart Charging y Vehicle to Grid. 

El Smart Charging, como el nombre indica, se refiere a la carga inteligente. Esta solución pasa por tener una carga de vehículos capaz de responder a las necesidades de carga «bajo demanda» y minimizar la simultaneidad con nuestros electrodomésticos y otras cargas. De esta forma, minimizamos los costes asociados. 

Por su parte, el Vehicle to Grid se refiere a la posibilidad de que los vehículos devuelvan energía a la red, lo que también permite un mejor uso de las energías renovables. Por ejemplo, con el aumento de la capacidad renovable eólica, será frecuente que haya una mayor producción de energía eléctrica que la demanda durante la noche. Con la adopción de estrategias Vehicle to Grid, los vehículos eléctricos se podrán abastecer de energía durante la noche y, en los períodos de gran demanda energética en los que estén aparcados, devolver a la red la energía acumulada, lo que garantizará un uso óptimo de la energía eólica y liberará la red de la necesidad de recurrir a la producción procedente de fuentes no renovables.

Por este motivo, la movilidad eléctrica en el futuro podrá gestionar la red de manera más eficaz, fomentar la microproducción de energía e integrar mayor cantidad de electricidad producida a través de las energías renovables.