Los compromisos de las grandes corporaciones son importantes, ya que tienen una mayor capacidad de innovación, acceso a capital financiero y, sobre todo, son las principales responsables de las emisiones de gases de efecto invernadero. Pero atribuir las soluciones a las empresas puede ser un error.

Existe la necesidad de una intervención de la política mundial, en la que los países ya están aportando más audacia hacia la mesa, al hacer de la transición del carbono una fuente de ventaja competitiva en lugar de arriesgarse a perder el negocio verde en favor de otro país. Es lo que ha sucedido recientemente en Estados Unidos, que creó el proyecto de ley "Inflation Reduction Act of 2022 " que destina 369 mil millones de dólares para apoyar la transición energética del país.

La COP27, en particular, también sacará a la luz otras reflexiones que van más allá de la necesidad de mitigación y adaptación climática mediante las nuevas tecnologías bajas en carbono: los efectos socioeconómicos sobre las consecuencias del cambio climático.

Según datos de la Agencia de la ONU para los Refugiados, más de 20 millones de personas se ven obligadas a abandonar sus hogares cada año como consecuencia de los desastres provocados por el cambio climático. Estos desplazamientos son casi el doble de los causados por los conflictos y la violencia.

Egipto, el país anfitrión de la Conferencia, está atravesando una crisis política y social. Muchos países, especialmente los más amenazados por la emergencia climática, ven en esta Conferencia una gran oportunidad para enviar un mensaje más duro a los países ricos con respecto a la financiación climática. La COP27 será una oportunidad para que el continente africano llame la atención sobre la justicia climática en el centro de las discusiones sobre la acción climática mundial.